viernes, 17 de agosto de 2007

Dulces de coco

De colores

“… se visten los campos en la primavera”. De colores son estos maravillosos dulces y “de colores” me trae recuerdos de la infancia, como no. Porque es de esos postres inconfundiblemente para niños y mayores.


“De colores”. Me acuerdo de aquellos tres años de internado, con canciones religiosas y otras no tanto. Recuerdo las canciones que me cantaba mi madre, ésta era una de ellas. Era muy madrugador y, con mi madre todavía en cama, saltaba desesperado para que me contase un cuento (“toca Bartolo") o me cantase un canción. Si, raras veces, se quedaba mi padre estaría entre los dos. Los cuentos eran mañaneros, nada de contarlos por las noches. Las noches se repetían: “un pis y a la cama”, de rodillas rezando a los pies de la cama (“cuatro esquinitas..”, “Jesusito de mi vida…”, ..) y a dormir, en invierno con bolsas de agua a os pies. Más rápidamente cuando ponían “Hombre rico, hombre pobre” (ni me acuerdo, era muuy pequeño) o una película con un rombo.

¡Qué viene el coco!

En aquellos tiempos no me gustaba el coco. No sé por qué, tal vez porque era el peor (que no malo) de los impresionantes pasteles de la pastelería del pueblo, pastelería Almar (“todojunto”). Triángulos de cabello de ángel, profiteroles, palmeras, merengues y, por último, unas cocadas que ahora sí añoro.

No era lo único que no me gustaba del todo. Tampoco el queso (no demasiado), la cebolla (cruda), el tomate, el arroz con leche o, en general, embutidos del tipo de jamón de York. Es probable que mi gusto no estuviese preparado para el grado de acidez que tenían esos productos. No sé si fueron los años, los colegios internos o las necesidades, pero todos ellos han pasado formar parte de mis preferidos, a excepción de los fiambres que no considero nada del otro mundo, sólo cocinados. El arroz con leche ahora es una de mis perdiciones…

El después del porqué

Qué es apetitoso y qué no. Qué está rico y qué no. Qué es salado, dulce o amargo. Qué es bueno y qué es malo. Qué me gusta, qué no me gusta. Todo. De quién hablas, para quién; a quién juzgas, para quién.

Desconozco las respuestas, porque no existe solución (única), ni para mí. Un momento lo cambia todo. Ahora apetece, mañana no.

Con M, pese a sus fluctuaciones desconcertantes, sé qué puede ser apetitoso (“el coco”, por ejemplo); en vosotros, ni la más remota idea; en mí, ni lo he pensado.

Una premisa importante: “que no te vea cocinar”. En la encimera no puede haber: vinagre, curry, dulce para plato salado;… En el plato cualquier cosa es posible y gustosa, llega con desconocer qué lleva. Ese plato que tanto te ha gustado llevaba curry y dulce, eso sí, sin saberlo. Premisa nº 2: “emplea aceite de oliva virgen extra para todo”, no lo pondré sobre la encimera, lo usaré y notarás la diferencia. Lo usaré, incluso, en esos platos: “fríelos en cualquier aceite”; “cualquier” para mí es “uno”, sólo uno. Salvo masas dulces.

El sol ya proyecta sombras en los surcos formados en la arena. Es tarde para estar aquí, la semana pasada parecía más temprano, incluso aquí, tan cerca del fin del mundo. Nos veremos, y cuando volvamos realmente a estar juntos sabremos si podremos o no. Quedan 13 días para que te enfades, o no, con tus razones y yo con las mías.

Facilísimo con pura energía

Ingredientes
  • 120 gr. de leche evaporada [60 gr.]
  • 250 gr. de coco rallado [125 gr.]
  • 355 gr. de azúcar [178 gr.]
  • 36 gr. de mantequilla [18 gr.]
  • 1 cucharilla de esencia de vainilla, 5 ml. [2,5 ml]
  • Colorante (opcional)
(1) En una tartera echamos todos los ingredientes menos la mantequilla. Ponemos a fuego medio-bajo, removiendo sin parar con una cuchara de palo hasta que se haya creado una pasta (sólo para mezclar bien). Poco tiempo, si lo cocemos demasiado acabará por endurecerse.

(2) Retiramos del fuego, echamos la mantequilla y el colorante que más nos guste. Removemos bien para que la mantequilla se funda y el colorante quede bien repartido. Antes de echar el colorante podríamos separar la masa en varias porciones y añadir distintos tipos de colores.

(3) Echamos sobre un molde cuadrado o recipientes plásticos. Alisamos bien la superficie y dejamos enfriar. He empleado “fiambreras”. Cortamos cuando haya enfriado y todavía no se haya endurecido del todo, siempre antes de introducir en el frigorífico. Si están muy fríos el corte puede resultar más difícil de realizar.

Introducimos los trozos cortados en el frigorífico hasta la hora de consumir. Ricos, ricos y muy coloristas para los niños (y mayores).

11 comentarios:

Anónimo dijo...

parecen nubecitas de colores..y si se ven atractivos para los peques..jeje..pero tambien para los no tan peques..
tienes razon con lo de los sabores de la infancia..yo hay cosas que de niña no queria ni probar y ahora me apasionan..
..no me gustaba casi ningun pescado..y ahora lo consumo mas que la carne..aborrecia el cabello de angel y la crema pastelera y ahora los considero un placer..
..increible como evolucionamos en todo..
me ha encantado tu receta!!..besos!!

Harry Haller dijo...

... a mí me pasaba lo mismo con el cabello de ángel (o el coco). La crema pastelera siempre ha sido mi preferida, más que la chantilly

+ besos!

Anónimo dijo...

Que ricoooo, con tu permisito, me llevo tu receta, salu2 mexicanos, Patty

Anónimo dijo...

¿Por qué entrecomillas la palabra fiambrera? Es una palabra tan válida y normal como cualquier otra.

Harry Haller dijo...

Hola,
Ha sido una casualidad o una desgracia haber pasado a leer el correo después de tanto tiempo. Aunque hasta la semana que viene no volveré… definitivamente. Te comento la razón, es un simple detalle: no he entrecomillado “fiambrera” porque fuese una palabra incorrecta y no aceptada. A veces se entrecomilla por otras razones: expresiones literales, poco adecuadas o imprecisas, por ejemplo.

En este caso no me refería a la típica “fiambrera” ;-) metálica empleada para transportar comida (ésa es su acepción más extendida y etimológicamente correcta). Me refería a los famosos recipientes plásticos que desde hace poco han pasado a llamarse fiambreras por mucha gente, y que popularizó la famosa empresa ¿alemana? “tupperware” (esto sí que no está aceptado, o eso creo). La principal acepción de “fiambrera” es como sinónimo de “tartera”, no he querido emplear la palabra más adecuada, también extendida pero incorrecta: “tupperware”. “Fiambrera” es una palabra anterior a la existencia de los recipientes plásticos…

Cuando una empresa populariza o innova un producto se acostumbra a emplear la marca comercial como sustituto del nombre castellano, si es que existe, ejemplos: Uralita (fribrocemento), Formica, maicena (la marca es con “z” pero la RAE la ha adaptado con “c”, por supuesto), Támpax ;-), celo/fixo, Natacha (¡eso eran otros tiempos!), Plastilina, Chupa-Chups, Aspirina, rimmel, papel Royal, Jacuzzi!!!, Kleenex, Donuts, lycra, teflón, Pyrex,pan Bimbo (por pan de molde), Royal!, … algunas de las cuales ya han sido incluidas en el diccionario de la Real Academia Española.

Espero haberme aclarado y gracias por la apreciación.

Saludos.

Bele dijo...

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