
Ya no sé quién soy, soy prisionero de lo que escribo. He releído algún texto de hace unos meses y casi ni me reconozco. Ahora seré prisionero de mis palabras, todos los somos, aunque nos arrepintamos de ellas al instante.
Se cambia de tal manera que uno no es consciente de ello. Una agenda es el mejor instrumento para avergonzarse de uno mismo, aunque sólo sea un poco, y ver que no siempre cualquier tiempo pasado fue mejor (desde nuestro “actual” punto de vista, por supuesto).