
Siempre hay que elegir. Elegir requiere decisión y mientras no lo hacemos, se siente un malestar que provoca insatisfacción. Fresa o chocolate, con o sin gas, con o sin alcohol, playa o montaña, a casa de tus padres o a la de los míos (esto es mucho más rápido y fácil de lo que se podría pensar), zanco o pechuga,… y eso que sólo son dos opciones. Imaginaos si tenemos muchas más.
Has elegido. Yo también. Ahora no debería haber vuelta atrás.
