

Son conocidas en Galicia las versiones hechas con caldo del cocido o con sangre de cerdo (¡sí!, ¡sangre!), aunque las más populares con las hechas con agua/leche.
Debo admitir que nunca he probado las filloas de sangre o que las hechas con agua del caldo no están entre mis favoritas. Con esa premisa mis opciones se limitan a las que más me gustan: las filloas dulces, muy parecidas a las crêpes francesas que, por mucho que cuenten, debo decir que las diferencias son casi inexistentes. Ambas muy arraigadas en sus respectivas tradiciones, aquí más degustadas en época de carnaval.